Casas rurales en Navarra
Spa natural romano
Fotos de Javier Bergasa
Las aguas que surgen con la sequía
Las termas del pantano de Yesa emergen tras un verano seco. Duran unas pocas semanas de otoño, hasta las primeras lluvias fuertes. Pero mientras tanto, queda al descubierto un pequeño balneario que ya utilizaban los romanos 1.600 años atrás
Un hombre pasea en albornoz tras darse un baño en las aguas termales del antiguo balneario de Tiermas. :: Un hombre pasea en albornoz tras darse un baño en las aguas termales del antiguo balneario de Tiermas.
Un hombre pasea en albornoz tras darse un baño en las aguas termales del antiguo balneario de Tiermas.
‘ave César, los que se van a bañar te saludan’. No hay César, pero sí hay baños. Cuando el verano en Navarra es muy seco, del pantano de Yesa emerge desde las profundidades un viejo balneario de aguas termales romano. No aguanta mucho tiempo. Con las primeras lluvias fuertes del otoño se vuelve a sumergir, como la legendaria ciudad de Atlantis, a la espera de un nuevo año seco que le permita mostrarse de nuevo.
Esto lo sabe la gente, y no sólo los navarros, pues ayer, a eso de las 5.30 de la tarde, las termas de Yesa estaban a rebosar de vascos, navarros y aragoneses.
La vista ya te avisa conforme pasas el monasterio de Leyre, de la que las termas están cerca. En los márgenes de la carretera hay decenas de coches, caravanas y camionetas. Pero el olfato también juega su papel. Conforme se desciende la rampa que baja hasta la orilla del pantano, un fuerte olor a azufre, mineral que abunda en este tipo de aguas, embarga el ambiente. Así se llega al deseado balneario. En los alrededores, varias familias han montado sus chiringuitos. Un hombre descansa sentado alrededor de una mesa plegable junto a su caravana. Otra familia tiende las toallas y los bañadores en un tenderete improvisado en la parte de atrás de su camioneta. Pero la mayoría se bañan en las aguas o se revuelcan por el lodo. El barro es muy bueno para la piel y el cutis.
Las aguas termales están divididas en pequeños compartimentos mediante piedras. Así, se forman multitud de piscinitas, hechas por la gente a lo largo del tiempo, ideales para buscar algo de intimidad. Es el caso de Eneko García y Cristina Calle, una joven pareja de San Sebastián que viene por primera vez al balneario. ‘¿Qué nos ha parecido el baño de barro’?, le pregunta Eneko a Cristina, intentando escabullirse de la pregunta. ‘¿Un poco cochino, no? Encima justo nos ha llovido en ese momento…’.
Hay personas de todas las edades. Desde niños que disfrutan con el barro y los baños, hasta adultos que buscan algo más de sosiego. Pero la diferencia más chocante divide a los bañistas en dos. Los que llevan bañador y los que no. Efectivamente, llevar bañador es algo optativo. Y mucha gente toma esta opción. Tanto hombres como mujeres.
Las cualidades curativas de las termas son bien conocidos desde tiempos inmemoriables. Ya sobre el 2000 A.C. los indios practicaban este tipo de baños, como lo demuestran los hallazgos arqueológicos que dotan de esa época. Ahora bien, ¿es esta la razón por la que vienen los bañistas a Yesa? Parece ser que no. De esta opinión es al menos Marimar Dueñas. Ha venido con su familia junto a otras tres. Ella visitó el balneario por primera vez hace 15 años y lo hace por ocio. Porque bañarse en estas aguas es un placer. Ahora lo sigue haciendo con sus dos chiquillos, a los que por supuesto les encanta. A una combinación de piscinas de barro y de agua caliente… No hay niño que se resista.
El único problema de estos baños: la salida. Con lo caliente que se está en el agua (rondan los 40 grados) el cambio de temperatura es drástico. Pero aquí entra el ingenio de cada uno. Los más listos se llevaban hasta el albornoz. Que pase frío otro… Les seguían en pillería los que llevaban dos toallas. Una ajustada sobre la cintura y otra para cubrirse el cuerpo. Luego estaban los tradicionales. Una toalla y punto. Y por último, los valientes. Ni toalla ni nada. A pecho lobo hasta el coche.
Mientras tanto, más gente seguía llegando a las termas. Nadie se iba, eso sí. Pero como para irse. ¡Si tiene de todo! Por tener tiene hasta aborígenes. Bueno, no lo son. Pero tan cubiertos de barro lo parecen. Desde la piscina de barro vienen Iñaki González y Ion Madreza envueltos en lodo. Les ha encantado la experiencia y además, dicen, es muy fácil. ‘Te tiras y te embarras’. No hay más. Eso sí, al principio es un poco ‘ascazo porque hay ramas en el barro’. Luego ‘sientes que se te seca todo el cuerpo’. Pero la historia tiene un final feliz. Un baño caliente y como nuevo. ‘Es una pasada’, sentencia Iñaki González.
Pero no todo el mundo va a lo mismo. En la orilla del pantano, cuatro pescadores se aíslan de la muchedumbre y optan por la tranquilidad de la pesca. Uno de ellos es el estereotipo de todo pescador. Botas verdes hasta la pernera, chaleco marrón de pescador, caña en mano y puro en boca. Con cucharilla, intenta pescar
truchas americanas. ‘Hay bastantes en Yesa, pero cada año hay menos’, sentencia. Todavía no ha pescado nada, pero del paisaje no se puede quejar. Al fondo, una colina llena de árboles iluminados por el resol de las 6 de la tarde de otoño. Del agua, en la lejanía, surgen ramas de árboles todavía sumergidos. Por encima de su cabeza, cuatro aves, similares a gaviotas, revolotean a su alrededor.
Vuelta a las termas, la gente sigue a lo suyo. Garbiñe Elicegui, dentro de una de las charcas, embadurna de barro a una de sus dos hijas. Alrededor suya purulan más chiquillos. Están alojados al lado del pantano, en el camping Mar del Pirineo, y se han acercado unos cuantos. Esta es la tercera vez que vienen y asegura que les ‘encanta’. Sobre todo a los niños. ‘Disfrutan muchísimo y les gusta sobre todo el baño de barro’. Además, asegura que meterse en el agua es un ‘gustito’. Y ella también lo hace por ocio. Se cree que sea bueno para el cuerpo, pero claro, ‘al hacerlo cada cierto tiempo y de forma irregular, pues no se nota’.
Unas ruinas únicas Tras el baño de barro y chapotear un poco en las aguas termales (y por lo tanto, con un cutis más delicado y una piel más sana), hay premio. Todavía siguen en pie las ruinas de las termas romanas. El antiguo balneario que los romanos utilizaban hace más de 1.600 años se mantiene. Los aledaños de los muros están llenos de escombros. En el interior, vigas torcidas de madera sujetan un techo inexistente que ya se derrumbó. Las paredes mantienen los huecos que una vez fueron ventanas y dentro, todavía perduran varios habitáculos individuales. Pero el que quiera disfrutar de todo esto que se dé prisa. El eterno proyecto de recrecimiento del pantano de Yesa podría acabar con este legado natural. Si se lleva acabo, las termas no volverán a quedar al descubierto, salvo sequía catastrófica. Al final, lo que no consiguió la naturaleza, lo conseguirá el hombre. Hacer desaparercer las termas de Yesa.»
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